Cuando algo se destruye, a pesar de nuestros apegos, es señal de que ya no es necesario de que siga así. En algún punto de la evolución se produce la necesidad de que ello ocurra. Aunque nosotros pataleemos y nos apeguemos, cuando el barco se hunde es menester abandonarlo en función de la supervivencia. Mantenernos a salvo es la misión, y si podemos además hacerlo desde nuestro centro, mejor. En el momento no vislumbramos más que la necesidad de sobrevivir, pero luego, entendemos. Todo se da para un bien mayor. Ya no se puede esperar más, lo que debe romperse se romperá, lo que debe destruirse se destruirá.
Existe la forma de iniciar el proceso antes de que ocurra, lo cual hace que nuestras opciones sean mayores, pero ello obedece a un comportamiento más evolucionado. Hay gente que ve el hundirse del barco y sale de él, de la mejor manera, caminando, ayudando a otros. Esa es la idea.
Esta fórmula nos ayuda a desapegarnos y a ver el momento del desastre con mas calma, a calmarnos mientras sucede lo que es mas grande que nosotros y deba sucder, a ser testigos sin involucrarnos, a disminuir nuestra empatía, a tomar medidas para prevenir, a hacer caso a nuestra intuición, a evitar daños peores, a contenernos, a sentirnos protegidos y recuperarnos más rápido.